Así es Cristina de Miguel, la artista española que causa furor en Estados Unidos
José Luis González, revista AD, 29 de noviembre, 2021
Sevillana y treintañera, la artista Cristina de Miguel se inspira por igual en la pintura barroca y en las banalidades de la vida cotidiana y la intimidad.
Cristina de Miguel (1987, Sevilla, España) vive en Brooklyn, Nueva York. Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla (España, 2010) y tiene un máster en Bellas Artes por el Pratt Institute de Nueva York (2012). Su aproximación a la pintura es emocional, pensando en términos formales pero equilibrándola con una actitud de «dejar hacer». De Miguel insiste en la materialidad de la pintura fragmentando la figura, de modo que ésta no es el punto central del cuadro sino el acto de pintar en sí mismo.
La iconografía de su obra alude a la acción, la velocidad y las posibilidades de cuerpos que se funden físicamente, del mismo modo que la pintura gotea y se funde también. La diversidad de intereses e influencias de De Miguel es a la vez ecléctica e inesperada; se inspira por igual en la pintura barroca y en las banalidades de la vida cotidiana y la intimidad.
Entre sus recientes exposiciones individuales se encuentran «Paintings of Through and Fell», Allouche Benias Gallery, (Atenas, 2021); «Life in its Poetic Form», Galería Fredericks & Freiser, (Nueva York, 2020). Sus exposiciones colectivas incluyen Van de Weghe Gallery, East Hampton, Nueva York (2021); Sim Smith Gallery, Londres (2020); Fredericks & Freiser, Nueva York (2020); Herrero de Tejada, Madrid (2019).
AD: Nos llama poderosamente la atención que siempre digas que Atenas te cambió la vida y la manera de pintar. ¿En qué consistió esa metamorfosis (palabra griega donde las haya)?
Cristina de Miguel: Me fui a Atenas a vivir por un año gracias a una beca Erasmus. Yo no sabía nada de griego cuando llegue y eso me recordaba a estar como ciega, no saber dónde ir, no saber el significado de lo que los carteles decían vaciaba a las palabras de significado y se convertían para mí en simples formas puras. Eso me hacía sentirme más sola por dentro, pero no sola de soledad de relaciones, sino una soledad cultural. Apenas tenía que ir a clase, pues eran en griego, así que nos dieron unos estudios y ahí iba todos los días a pintar, sin tener que dar cuentas a nadie. Me sentía muy libre. La yuxtaposición de contrarios me inspiraba muchísimo: el caos, la suciedad de la calle y las paredes destruidas con pósters anarquistas y grafiti, junto con las majestuosas ruinas de una época de gloria pasada. Empecé a hacer pinturas con unos fondos muy acuosos, como desenfocados, y luego ponía encima elementos gráficos con pintura nueva muy saturada, y eso daba lugar a una ilusión óptica de distancia entre el fondo y lo de adelante.
AD: Parece que el neoexpresionismo, el minimalismo, el movimiento fluxus, el arte posmoderno, el conceptualismo e incluso el arte povera están de alguna manera fijados en el ADN de tu obra. ¿Podrías decirnos cómo se “cocina” todo esto en tus obras?
CdM: Desde siempre me sentí muy atraída por la pintura que habla de lo emocional, una pintura que es para ser experienciada desde las emociones. Me llena de vida presenciar las pinturas de Twombly, Schnabel etc. porque son sobre tener una experiencia, sentimientos que conecten con recuerdos del pasado, ganas de pintar. Pero no me hacen pensar e intelectualizar. No me gusta pensar. También me gusta mucho cuando presentan aspectos absurdos, que no sé qué son, pero es que no hace falta saber o entender todo. Ese misterio, a veces con humor, como por ejemplo en las pinturas de Garcia-Sevilla, es de mis cosas preferidas.
AD: ¿Que prima más en tu trabajo, la emocionalidad, la técnica, tus acumulaciones culturales o, quizás, todo ello?
CdM: Yo creo que la técnica y la emocionalidad se funden en un solo aspecto. Lo que me interesa es hacer pinturas dejando a un lado tantos juicios de valor y dando paso a que la intuición y la fuerza de mi cuerpo ejecutando cada gesto con plena confianza sean protagonistas. Aceptarme tal y como soy como pintora me ayudo mucho, en vez de intentar ser como la idea nebulosa de la pintora que me gustaría ser.
AD: Utiliza el neoexpresionismo “como un estilo típicamente masculino para reconstruirlo desde una perspectiva femenina”. ¿Hay un feminismo militante o una denuncia de la desigualdad secular mujer-hombre?
CdM: No me planteo esos temas a la hora de pintar. Más bien planeo las pinturas desde un punto de vista formal. Pero dejo que las ideas fluyan y si me vienen a la mente imágenes de mujeres pisoteando a figuras masculinas o vomitándoles en la cara pues por algo será, cosas del subsconsciente. Pero no me paro y digo ‘ay, quiero hacer unas pinturas que tengan una carga reivindicativa, un mensaje feminista’. Simplemente, esas ideas de imágenes me vienen asi solas sin proponérmelo, me parecen apropiadas y entonces las ejecuto.
AD: Entre otras fuentes, te inspiras, en la literatura. ¿!ué tipo de literatura lees, que autores/as te interesan y por qué?
CdM: Me gusta mucho la obra de Roberto Bolaño y Julio Cortázar, y hace unos años solía coger escenas de sus novelas y planear composiciones con ellas, pero dejé de hacerlo pues me aburrí. Me parecía que daba lugar a un resultado muy distante de mi ser. Esas pinturas que no venían de mi propia experiencia en la vida, me resultaban ajenas y sin sentido.
AD: Alguna vez has afirmado que “las pinturas tienen derecho a ser lo que el pintor quiere que sean”. ¿No crees que ese derecho se desvanece cuando quien las mira o las compra ve lo que quiere ver?
CdM: Desde luego. Eso lo dije cuando aun era muy joven y ahora me parece una tontería haber dicho eso. Creo que estaba cansada de tener que dar explicaciones de mis pinturas a los profesores durante el máster que hice en Pratt. En aquel programa hice unas pinturas muy grandes, bastante absurdas. Creo que lo hacía como una respuesta a la obligación de tener que intelectualizar todo delante de la clase. No obstante, me siento bastante orgullosa de esas pinturas y aun las conservo.
AD: El mundo del arte que compra estaría dividido entre el coleccionista “puro” que lo hace por su propio placer; y en aquellos que especulan con el arte como si de Wall Street se tratara. ¿Eres consciente de que con tu obra está empezando a ser comprada bajo ese último “olfato”?
CdM: Sí, eso es una realidad que está pasando en el mundo. Pero por eso trabajo con galerías en las que confío y que tienen una lista de coleccionistas de confianza que se supone que no harán eso. Pero al final no podemos controlarlo todo y mi trabajo es estar pintando en el estudio.
AD: ¿Crees que Brooklyn, como epicentro de tantas tendencias culturales, te “ama”?
CdM: Pues no lo sé. Aquí hay muy buena convivencia entre los artistas, cada uno hace cosas diferentes y hay un ambiente de camaradería en general.
AD: ¿Piensas que en los espacios donde vivimos la decoración por sí misma carece de sentido sin el toque cultural que le otorgan los libros, la pintura o escultura; o te decantas por el minimalismo a ultranza?
CdM: Creo que todo el mundo debe vivir con buen arte en su casa. Vivir con arte hace la experiencia del espacio muchísimo más profunda. ¡Qué vida tan triste sin él!
Foto: Procession II, 2021, de Cristina de Miguel. © Thomas Müller / Cortesía de Cristina de Miguel